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EL ENCANTADOR SALÓN GRANDET
La falta de contexto es el principal encanto de esta obra. ¿Dónde está ese salón Grandet, un cabaret de resonancias parisinas (o berlinesas, o balinesas), pero que lo mismo puede estar en San Petersburgo como en Madrid, Barcelona o cualquier otra ciudad que haya tenido la suerte de permanecer neutral mientras las bombas caen lejos? Es la sensación que desprenden sus clientes y su dueña, los objetos que lo pueblan y todo el aire que los envuelve: la de vivir en un refugio, el último refugio cuando todo alrededor parece estar a punto de estallar.
El lenguaje es magnífico y, de sorpresa en sorpresa, te lleva desde descripciones realistas y cercanas, a disparates distantes que sólo un genio puede hacer salir de una lámpara maravillosa. Desde la absoluta indefinición de lugares y hechos, en una holganza de la que sólo los clientes del sitio parecen disfrutar, en la obra se habla del aburrimiento moderno en de las parejas, de la costumbre hecha norma en la que uno se plantea y se replantea y se vuelve a replantear dejarlo todo pero sin levantarse del sofá, sin la fuerza necesaria para abandonar los lugares queridos (o sólo acostumbrados), si no es porque un deus ex machina lo pone todo de repente patas arriba.
Ellos juegan al desorden, sí, como jugamos todos cada mañana dejando la cama por hacer para irnos, sabiendo que la costumbre es la que manda y la que al final del día nos salvará los trastos.
En un texto tan loco y divertido, tan poco convencional, caben todos los nombres y hace falta el mapa para orientarse (nunca mejor dicho, nos vamos a Oriente): En el aire suena de repente Ulan Bator, capital de Mongolia, rutas de nómadas con sus yaks y sus yurts, la hospitalidad cálida en medio del frío, la ruptura tan soñada como temida con el pasado. Se abre la puerta para que algunos de los personajes cambien de vida, como secretamente quieren… Bernardo, un chico brillante pero insulso diplomático, acaba de ser nombrado embajador en tal lugar, le cambian la vida… tememos que sólo de sitio. Él secretamente se rebela y desata su verdadera vocación de Gengis Kan, por una noche, durante la fiesta de despedida, parece que nada va a volver a ser lo mismo porque su capacidad de soñar está entera y puede ser lo que quiera.
Salón Grandet es un texto para reírse silenciosamente mientras uno se ve reflejado en ese espejo que es el miedo a la libertad. Y lo mejor viene cuando uno ya cree que todo ha terminado y que es la hora de aplaudir. Entonces resulta que falta todavía un epílogo maravilloso que pone el broche necesario a un final nada abierto.
Salón Grandet, de Almudena Monzú
Intérpretes: Héctor Gómez, Mónica M. Burgos, Nadia Alonso, Mayte Castillo e Iván Luis.
Dirección: Inma Ochoa
Compañía: Matinee Teatro
Dramaturgia: Almudena Monzú
Espacio: Sala Bululú (Canarias 16, Madrid). Fecha: 9 de septiembre de 2012: Estará todo el mes de septiembre.